Eres madre y entonces desde que lo descubres, tu vida cambia…
Descubres en tu interior una fuerza que te agarra de sorpresa y hasta te asusta por su intensidad. Te sientes como una leona, preparada para defender a tu «cachorrito» con tus propias uñas y dientes.
Te das cuenta que puedes ir más allá de tu límite, y del límite de tu límite, y del límite del límite de tu límite… Y esto te hace sentir infinitamente exhausta y fatigada, pero a la vez infinitamente capaz de hacer lo que sea.
Sientes crecer dentro de ti un amor tan fuerte, poderoso y profundo, que a veces hasta te espanta y confunde. «¿Podré querer a otro ser como a esta criaturita?», te preguntas.
Empiezas a entender, respetar y admirar a tus padres como nunca antes en la vida y crece genuinamente tu comprensión y gratitud hacia ellos.
Por primera vez entiendes que «sacrificio» no significa sufrimiento sino: «sacro» + «oficio», o sea, «trabajo sagrado». Comprendes la enorme importancia del lugar que ocupas en el mundo como madre, y el gran valor de tu trabajo.
Aumenta tu compasión por todos los niños. Poco a poco te vas haciendo madre no sólo de tus hijos, sino de todos los demás niños del mundo.
En tu casa, tu vida, tu trabajo… reina un nuevo orden, o más bien, desorden. Aceptarlo es clave para tu felicidad y paz interior, o sea que date por vencida y disfrútalo.
Descubres el placer y el valor de los momentos de silencio,Aprendes a dominar el arte de la improvisación. Compones increíbles melodías, transformas tus dedos en marionetas, e inventas fantásticas y absurdas historias para mantener entretenido a tu bebé, sobre todo cuando está cansado, aburrido o enfermito.
Como un malabarista que va agregando más y más objetos a su acto, aprendes a hacer dos, tres, cuatro, cinco… cosas a la vez, ¡y sin que se te caiga ninguna pelota!
Compruebas que nada, ni siquiera las matemáticas, es una ciencia cierta. Al fin y al cabo 1 + 1 = 3, y 3 no son demasiados, sino… una familia.
Y por fin, como esa leona que defiende a sus cachorritos, a medida que crecen vas «soltando la rienda» y te das cuenta que ser mamá no significa proteger eternamente a tu niño de los peligros, problemas y conflictos de la vida, sino permitir que vaya enfrentando sus pequeños problemitas, confiada en haberle dado las herramientas necesarias para que vaya aprendiendo a solucionarlos.