Hoy tuvimos una cita con una pediatra especialista en el desarrollo de niños. Hoy por primera vez en varias semanas no pude controlarme y me puse a llorar como una niña. No fue una visita al médico muy buena considerando que la mayor parte de visitas son estresantes para Nicolás y algunas veces para mí.
Todo fue bien hasta que la doctora quiso evaluar a Nicolás, creo que todo hubiera sido diferente si lo primero que hacía era evaluarlo y luego empezar con la lista de preguntas que duro casi una hora y media. La doctora me pregunto varias cosas de Nicolás, las mismas que las últimas personas que han evaluado a Nico me han venido preguntando. Claro que nunca esta demás una nueva opinión decidí buscar este médico, aparte del que Nicolás tiene como pediatra general esta doctora es alguien mas especializada en el desarrollo de los niños.
Me sentí muy a gusto pues hablamos (una hora y media), con preguntas, dudas y respuestas. Para que yo pudiera hablar con tranquilidad en el consultorio tenía muchos juguetes con lo que Nicolás estaba entretenido pero cuando la doctora dijo que era tiempo de la evaluación y empezó a recoger los juguetes y especialmente tomo un bus con el que Nicolás estaba jugando su cambio fue total. Hace mucho tiempo no lo había visto así, se enojo de tal manera que se lanzo al piso, se levantaba y corría hacia las paredes a golpearlas, yo quería sujetarle pero me dejaba.
A veces pienso que es demasiado fuerte para su edad pues me puede empujar y no dejar que lo cargue, lo único que quería era abrazarlo y hacer que se tranquilizara. Nada funcionaba y cada vez que la doctora intentaba mostrarle algo para su evaluación el se ponía peor, gritaba, lloraba y quería golpearse. Luego la doctora intento pesarlo, lo tuvimos que pesar conmigo. Intento medirlo y tuvimos que sujetarle entre un doctor, la doctora y yo, y aun así no dejo que lo midieron correctamente.
La doctora nunca pudo chequear su garganta, su boca y sus oídos lo realizo a medias. Finalmente la doctora me dijo que se daba por vencida, que no podía insistir más pues el no iba a cooperar. Yo me sentí tan mal y no porque ella no pudiera evaluarlo pero era por él , por Nicolás. Odio mirarlo llorar, odio mirar su frustración y no me gusta que se haga daño. Tenía ganas de gritar y de salir corriendo con mi hijo a un lugar donde el se sintiera mejor.
Debo entender que esto es parte de su condición, pero ahora pensándolo mejor hasta yo encerrada en un cuarto por casi dos horas me hubiera puesto como él. Apenas salí me puse a llorar, tenía tanta ira, tanta impotencia de no saber cómo controlar a mi propio hijo, impotencia de que el aun no puede entenderme si le explico que todo va estar bien y que solo será una evaluación normal (jugando).
Aun cuando salimos él seguía llorando y no podía calmarse, nunca deje que mirara pues aunque parecería que él no se da cuenta cuando yo estoy enojada, feliz o triste quizás me equivoco y el si lo sabe. Tenía que llorar y calmar corazón, tenía que sacar las iras que tenia dentro mi de alguna manera, quizás no fue la mejor pero es la que en ese momento me dio paz y me dio más fuerzas para seguir y para darle a Nico ese abrazo que no me había dejado dárselo en el consultorio.
Cuando lo abrace se que él y yo sentimos paz, pues el dejo llorar y yo también. Me miro con esa sonrisa que tiene que me llena de alegría el corazón. Gracias pequeñito, por estar aquí y por enseñarme que hay días malos pero que nuestro amor es tan grande que saldremos adelante siempre juntos.